El Paseo
(…) A medida que leía el paseo que estaba dando Walser, más me fascinaba su viaje, ya no tan introspectivo, sino tambiénrelacionado con el mundo exterior y como expresaba su visión del mundo, de la gente, de la realidad. Él hablaba de las cosas, le gustasen o no, como si fueran lo más maravilloso del mundo, gracias a esa poesía, ese lirismo y en cierto modo también melancolía.
Hablaba de casas con encanto, de elegantes sastrerías, de posadas especiales, pero también de gente mala, del tráfico, del castigo, etc. y todo ello con el mismo tono poético. Me planteé si sería capaz de reflejar esa visión idílica del mundo hoy en día, no a través de las palabras, sino de las fotografías. En ese momento, leí además La Cámara Lúcida de Roland Barthes y me gustó la idea de hacer una foto de una lugar y poder decir: “me gustaría estar ahí”, incluso si el lugar no es nada atractivo en la realidad. Dar ese sentido poético y lírico a las fotos que da Walsery establecer el mismo relato del paseo con ellas, como puede hacer John Berger en Modos de Ver. Ser capaz de reflejar el paseo y lo que siento ante las cosas que nos rodean todos los días sin palabras, donde la imagen sea lo más importante, que sea como un tratado del Tiempo, d la Nostalgia y, en definitiva, de la Muerte.[1] Aunque en mi caso, y dado el contexto en que vivimos ahora, me gustaría que la vida esté especialmente presente en estas fotos (la haya en realidad o no en el objeto representado).
En estas imágenes pretendo mostrar ese lado melancólico o también llamado surrealista del que hablaba Susan Sontag, ya no por el distanciamiento respecto al objeto fotografiado, sino por la consagración y admiración del mismo[2], es decir, relacionarme con el mundo y aceptar el mundo[3], no sólo comprenderlo, sino coleccionarlo.
En definitiva, no ver la realidad o el mundo, sino a transformarlo visualmente, cambiarle el sentido o lo que puedan transmitir, tratar de representarlos con imágenes a través de mis sentimientos, ya sean reales o imaginarios, que la foto tenga un lenguaje gracias a la forma de expresarlo, ya sea mediante el estilo, resaltando puntos clave para conseguir efectos específicos sobre el espectador, mediantecontorsiones técnicas (sobreimpresiones, anamorfosis, explotación voluntaria de ciertos efectos), etc.
(…) Estos son objetivos que ponen las diferencias entre una foto con contenido o simplemente un viaje turístico, como puede llegar a ser el paseo.
Barthes nos pregunta:
¿se podría pues retener una intencionalidad afectiva, una intención del objeto, que apareciese inmediatamente henchida de deseo, de repulsión, de nostalgia, de euforia?[5]
Yo creo que sí. Se trata, y sigo con este autor, de sorprender: una foto se hace sorprendente a partir del momento en que no se sabe por qué ha sido tomada. El “cualquier cosa” se convierte entonces en el colmo sofisticado del valor.[6] Me parece importantísimo que estos lugares que en realidad puedan ser comunes, vulgares, inhóspitos o simplemente imperceptibles, se conviertan en algo especial, que sean lugares habitables en vez de visitables[7], es más, este ha sido uno de los principales objetivos para intentar diferenciar mi paseo de uno turístico, ya que realmente el objeto fotografiado puede ser exactamente el mismo.
Otra de las cosas en las que me he centrado para hacer una foto “especial”, es en ir “mas-allá-del-campo”, es decir, que el espectador quiera salirse del marco, ya que de este modo se podría llegar a percibir la esencia de las cosas y no simplemente la identidad.
(…)
[1] Joaquín Sala-Sanahuja. Prólogo de “La cámara lúcida”, de Roland Barthes. P. 11
[2] Susan Sontag. Sobre la fotografía. P. 77-123.
[3] Ibíd. P. 120
[4] Roland Barthes. La Cámara Lúcida. P. 22
[5] Ibíd. P. 51
[6] Ibíd.. P. 68
[7] Ibíd.. P. 74